Texto Crítico
Jordi Boldó
El arte se nutre de un vacío insaciable, pero también del esfuerzo generoso y continuado de los artistas, a quienes ninguna obra les pertenece por completo ya que toda creación se construye a través del tiempo y el sentimiento colectivo. El arte viene del arte; es producto de anteriores creaciones que se modifican a partir de nuevas realidades.
La obra de Yvette Malo confirma lo anterior, pero además, viene a demostrar (una vez más) que en la práctica cotidiana está el origen de la inteligencia creadora. Ningún acto creativo brota espontáneamente de la nada, y solo puede darse en un contexto determinado. Toda expresión artística surge del diálogo sincero entre el creador y su obra, aunque esta sea, finalmente, la única protagonista. Yvette lo sabe muy bien; igual que sabe que el único camino del arte es el anhelo de libertad y su práctica apasionada. Son evidentes su compromiso e infatigable curiosidad por todo lo que le rodea, pero también, su gran capacidad de introspección.
Yvette asume (con sus propias palabras) que “ser artista en la actualidad significa cuestionar la naturaleza del arte”, y por eso su trabajo parte de rigurosos procesos de documentación y reflexión. Sus preocupaciones estéticas y su afán de transmitir valores universales, le llevan a profundizar en el conocimiento de la historia del arte, así como a incorporar en su pintura, diversas expresiones globales, como es el caso de los símbolos y grafías orientales que utiliza y que reflejan, indudablemente, sus experiencias de vida y su pensamiento cotidiano. Lo materiales y técnicas que Yvette Malo emplea, son producto de un largo proceso de decantación, “reparación” o “desaprendizaje”, como ella misma dice; pero también, son fruto de una insistente búsqueda de reducción, o síntesis mejor dicho, que básicamente consiste en llevar al límite las pulsiones que la inspiran, hasta lograr un tipo de abstraccionismo —delicado y a la vez dotado de fuerza— que sugiere atmósferas dinámicas y explosivas, y que es capaz de provocar sensaciones de profundidad y expansión hacia el infinito.
Jordi Boldó